Carta a mi hermano
Virgina Ogando
Querido hermano:
Me viene a la mente aquella frase de Galeano que dice “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana”. ¿Y sabes qué? Siento que ese mañana nuestro se aproxima.
En estos días en ocasión de los festejos por el Bicentenario, fui viendo los distintos eventos que se llevaban a cabo en Buenos Aires y me fui deteniendo, con particular interés en algunos, entre los que me llamaron la atención me detuvo la serie de canciones que conformaban el homenaje al rock nacional e inevitablemente, el tránsito que por ese derrotero se llevó a cabo me condujo al recuerdo de papá y mamá, los imaginé entonces jóvenes, alegres, esperanzados, asistiendo a marchas, actos o simplemente disfrutando de esos temas tan ricos en sus letras y me sentí transportada en el tiempo y los vi, y los oí cantar ese himno que es “La balsa”, subiéndose a la locura de partir hacia la búsqueda de un mundo mejor, yendo a naufragar.
Y por esas cosas que tiene la magia del pensamiento, al ver tanta y tanta gente festejando, me vi y nos vi cantando entre esa multitud, y sentí que estaba junto a vos alegre y feliz y que, como consecuencia de tanta memoria acumulada, aquel naufragio se había transformado en dulce reencuentro.
Como me gustó mucho y sintiendo que, de alguna manera, habla de nosotros, te incluyo en esta carta el pensamiento que a mi amigo José le generó la actuación de Los Olimareños cuando cantaban “Hasta siempre Comandante”. La copié de su perfil de Facebook y dice así:
“Y entonces… revivió de repente aquel tiempo de ideales compartidos, de suelos de un futuro de igualdades, de tanta palabra, canto y poesía proclamando una nueva era, y la tormenta se disipó, el río Olimar se hizo canción y una entrañable transparencia se hizo consistente presencia a través de 30.000 ausencias que, por un breve y mágico momento, reaparecieron, cobijadas en un manto de miles de pañuelos blancos cruzados por un cielo empecinadamente azul, y 400 esperanzas de reencuentro se percibieron un poco más cercanas”.
Créeme que casa una de estas cartas que escribo me provoca una profunda emoción y que resulta imposible evitar que las lágrimas bañen la costa de mis ojos, cuando las releo o cuando las comparto con los seres que más amo, pero no son lágrimas de dolor, ¡son de esperanza! Esa empecinada esperanza que me provoca la certeza de que pronto nos vamos a reunir en un abrazo cada vez más impostergable.
Te quiere mucho
Tu hermana Virginia
Virginia en agosto de 2011 se fue antes de tiempo, su muerte es también un crimen imputable a los genocidas. Era nieta de la Abuela de Plaza de Mayo Delia Giovanola, que encontró a su nieto Martín Ogando Montesano en noviembre de 2015, tras 39 años de búsqueda. Virginia buscó a su hermano toda la vida, no llegó a conocerlo. Martín dice que: “la familia, los amigos y todo el mundo me habla bien de ella. Me dicen que era un ser espectacular, llena de luz, divina. Sé que se la pasaba haciendo un montón de cosas para buscarme. Ella formaba parte de la agrupación HIJOS y también acompañaba a mi abuela. Pero lamentablemente pasó lo que pasó… Y eso es un parte muy dura que me toca aceptar, porque la verdad es que me gustaría mucho haberla conocido.”
Virginia Ogando, hija de Stella Maris Montesano y Jorge Oscar Ogando, desaparecidos. Hermana de Martín Ogando, restituido.