
Hermanos
Noemí Logiurato
Fabián era mi hermano, apenas de un año era nuestra diferencia, los dos cumplíamos años en diciembre y durante nueve días teníamos la misma edad y siempre jugábamos con eso.
Con Fabián compartimos y sufrimos, tempranamente, la represión contra el pueblo. Yo, de tres meses, y Fabián, en la panza, comenzamos a recorrer las cárceles para ver a papá, preso por el Plan Conintes.
Fabián nació y papá preso.
Fabián dio sus primeros pasos y papá preso.
A Fabián le diagnosticaron un soplo en el corazón y papá preso.
Compartimos cada instante de nuestra infancia, casi como mellizos.
Compartimos nuestras respectivas operaciones de garganta.
Compartimos nuestros paseos a la plaza Moreno en La Plata con el abuelo José.
Compartimos la angustia ante las convulsiones de nuestra prima Tere.
Compartimos las comidas de la abuela Dominga.
Compartimos la escuela primaria.
Prontamente volvimos a compartir las visitas a la cárcel para ver a papá, con 10 y 11 años, nuevamente, compartimos la represión del 71.
Compartimos su operación del corazón y papá preso.
Compartimos las marchas junto a mamá y los tíos Mirta y Beto.
Compartimos Ezeiza en el 72.
Compartimos la espera de papá liberado con la amnistía del Tío Cámpora.
Compartimos la música de Viglietti con “Canción del Hombre Nuevo”, regalo de papá.
Compartimos Cien Años de Soledad.
Compartimos los cantos revolucionarios junto a papá.
Compartimos aprender a manejar el Citroën de papá.
Compartimos limpiar el departamento antes que llegara mamá de trabajar de la fábrica.
Compartimos la escuela secundaria.
Compartimos las salidas adolescentes por las noches en La Plata.
Y nuevamente compartimos la represión.
Compartimos la clandestinidad.
Compartimos salir cerrados con papá, porque los dos sabíamos que era mejor no saber, sin explicaciones.
Compartimos ir a dormir a otro lado los dos muy juntos, sin papá ni mamá.
Compartimos las idas a Punta Lara escapando de la triple A.
Compartimos en esas huidas, subir a la camioneta que traía el tío Beto junto a la máquina de coser de la tía Mirta, porque sabíamos que era el sustento de la familia.
Compartimos las medidas de seguridad.
Compartimos no saber muy bien qué hacer si algo fallaba.
Compartimos las marchas por el boleto secundario.
Compartimos los allanamientos en la casa de los abuelos.
Compartimos el exilio interno.
Compartimos aquella mañana del 24 de marzo de 1976, sentados en los últimos asientos del colectivo Ceferino yendo a la escuela, cuando por la radio pasaron el comunicado del ejército.
Compartimos la mirada, la angustia, y decidimos bajar y volver a casa, sabíamos que la vida nos cambiaría a partir de ese momento.
Y fue entonces que dejamos de compartir. Yo con apenas 16 años me casé y me fui a vivir al campo; el miedo, la falta de futuro, la supervivencia inconsciente, hizo que tomara esa decisión.
Y Fabián se enojó mucho y ya no compartimos, y, a los pocos meses, volvió a Buenos Aires junto a papá.
Seguramente de no haber sido así hubiéramos compartido ese último día, ese último instante. Ese instante en el que a Fabián, junto a papá Haroldo Logiurato, a la Tana Liliana Galletti, a mi tío Luis Logiurato y a otros compañeros del PROA, la canalla dictadura se los llevó.
Fabián.
Mi hermano.
Ese agujero sin fin en el alma.