Las Casas

Sofía Borri

Que tarea la memoria, que compromiso y que maravilla, tan necesaria como el aire y el sol. Aquí desde mi casa en Milano a 11.000 km de Argentina, a veces la memoria se hace tan íntima y solitaria que duele.

Soy Sofia Borri, hija de Silvia Susana Roncoroni. Fui secuestrada con mi mamá el 26 de febrero del 1978 en Mar del Plata, entregada al Tribunal de Menores y luego a mis abuelas el 2 de marzo de 1978. Tenía 2 años.

Cuantas veces he deseado estar con el cuerpo y no solo con el corazón en los tantos momentos de lucha y memoria que vive Argentina.

En enero de 1979 me exilié en Suecia con mi papá y luego llegué a Italia donde vivo desde 1982.

Es difícil, cada vez, aceptar la distancia y al mismo tiempo me emociona, me sorprende y me llena de amor descubrir que la memoria se hace entre muchas, muchos, y que aun a la distancia puedo sentirme parte de un cuerpo único y multitudinario que hace memoria cada día, cada hora.

Y es por eso que cuando recibo una invitación trato de escribir para poder sentirme presente, para compartir y aportar a pesar de la distancia. Así hice cuando no pude estar en el acto de entrega de legajos reparados que se realizó en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata en septiembre de 2018. Pensé en mi mamá arquitecta, en cuanto amó su profesión, en la suerte que tengo de poder ver y habitar lugares que ella se imaginó y proyectó, como la casa de mi tía o el balneario de la ciudad de Laprida donde yo nací.

Cuando era chica siempre les decía a todos: “Mi mamá hace casas”. Me ponía tan orgullosa pensar que ella sabía hacer una cosa tan grande, complicada y especial como una casa.

Eran los años del exilio en Suecia, años de casas anónimas, llenas de muebles fríos, todos iguales, donde los nenes éramos muchos, silenciosos, casi invisibles, y los grandes preocupados, encerrados en cocinas llenas de humo y de mate, discutiendo sin parar, a veces gritando, otras llorando. Éramos apátridas, sin patria y sin casa.

Como me hacía falta, en ese frío, mi mamá que “hacía casas”. Tenía la esperanza que al volver se iba a ocupar de nuestra casa, de ese hueco hondo y oscuro que ha sido su desaparición y el desarraigo en mi vida iba a volver para hacernos una casa luminosa y cálida, donde no tener miedo. 

Nunca volvió. Pero estoy segura que en el poco tiempo que tuvimos juntas de ella aprendí como llenar mi casa de luz y de amor, como hacer que la vida le gane a la muerte siempre, como hacer revoluciones construyendo casas abiertas y sin miedo. Desde algún lado ella ve la mujer que soy, todo lo hermoso que la vida me ha dado a pesar de su ausencia tan dolorosa e inaceptable. 

Mis hijas Amanda y Adele miran al cielo, le mandan besos y la nombran con alegría. En nuestra casa, Silvia, siempre está presente.

Sofía Borri, hija de Silvia Roncoroni y Luis Borri, desaparecida. 

 
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