Mixturas
Pablo Rivelli
A partir de los dos meses de vida mi infancia trascurrió junto a mis abuelos maternos. En casa teníamos un televisor que andaba mal gran parte del tiempo, mixtura entre las carencias materiales y el amor incondicional de mi abuelo Roque que me leía todas la noches; primero fueron distintas historietas como El Hombre Araña o el Increíble Hulk.
Más tarde pasamos a la “Enciclopedia Lo sé todo” que me daba mucha curiosidad y asombro. Aún está en mi biblioteca y cada vez que hojeo sus páginas, Roque revive amorosamente.
Mi abuelo fue un apasionado por la vida, por eso sus intereses trascendieron los límites de cualquier vocación: trabajó en impresiones del Estado, fue taxista, tuvo restorán, se dedicó a la pintura, a dar clases, fue integrante de comisiones directivas de varios clubes de barrio. Entre los recovecos de casa, su pequeño taller de arte en el garaje se convertía en un santuario donde iban mis amigos y se maravillaban.
Siempre les puso nombres evocativos a todas sus obras. Utilizó diversas técnicas: desde acrílicos vibrantes hasta óleos que capturaban la esencia misma de la figura humana, en especial una bailarina joven que, descubrí más tarde, era un homenaje constante a su hija Estela. Aun conservo muchas de sus obras.
Mi Abuela Zuni, archivadora incansable de recuerdos, guardó meticulosamente fotos y boletines escolares y recortes de periódicos durante años. Pero lo que más cosechó fueron amistades y viajes a lo largo y ancho de Argentina. Su espíritu de justicia y solidaridad la comprometió con las causas sociales, caminó y marchó cada miércoles que pudo en Plaza San Martín.
En ese mundo que construimos los tres, mis abuelos, sensibles y amorosos me amaron muchísimo. Recuerdo nuestras caminatas por calle 12 y sus interminables vidrieras de jugueterías aguantándome las ganas de pedir un chiche, ese nene que acompañaba a su abuela haciendo compras y mirando juguetes sin pedir, solo imaginándose el juego sintiendo satisfacción con tan poquito es uno de los recuerdos más bellos que tengo.
La cancha del Lobo vivenciada con mis tíos, con amigos, pero particularmente con Roque y nuestra pasión en común, que también incluía reírnos de nuestros pesares deportivos, un modo de atravesar dolores más difíciles y complejos.
Soy parte de H.I.J.O.S. De mis padres sabemos fecha y hora de su asesinato.
Yo estaba en esa casa. Me salvé, o me salvaron. Se podría contar de muchas formas, pero yo elijo esta: soy Pablo.
Pablo Rivelli, hijo de Elba Beatriz Pirola y Roberto Abel Rivelli Armenáriz, asesinados.