
El fluir del recuerdo
Felipe Bellingeri
Salté, corrí por la vereda, me salpiqué con las baldosas flojas, corrí, seguí corriendo, salté me sumergí en esa atmósfera, casas con virgencitas en sus puertas, barrio italiano, con sus zanjas a cielo abierto para poner el gas, me sumergí, jugaba a la trinchera, a que de allí le tiraba a los soldados, salí, corrí en zig zag. Me sumergí en otra trinchera, tiraba barro como granadas, juntaba amigos para continuar la guerra, salté, corrí, pasé por delante de la virgencita de las casas de las guerras, le pedí a ella protección, seguí, seguí corriendo, me metí en lo de Vicenta, la señora que había estado en la guerra, la almacenera del barrio donde su compañero tocaba la verdulera y juntaban borrachines, salté, me mojé con los charcos, sortié trincheras, entré y salí vivo de cada una de ellas, tiré, seguí tirando, salté, seguí saltando, giré; di mil vueltas en el aire y volví a cruzar la calle y a refugiarme en las virgencitas de los italianos allí en lo de Vicenta. Allí escucho la verdulera.