¡Maricón, hijo de desaparecido!

Pedro Tello


En un dormitorio de niños en un barrio semi céntrico. La ventana, abierta, da sobre un pasillo angosto y después a un techo de zinc. A través de la ranura entre la puerta y el marco de chapa, se cuela una línea de luz junto con el murmullo familiar de la tarde.

Un pié sobre su cama y el otro en la cuna de su hermano. Intenta por todos los medios, ajustar a su cintura una manta de una tela sintética gastada, que resbala y cae en el espacio entre los dos colchones. Se agacha rápidamente, alcanza un borde y tira. La puerta se abre y una figura delgada proyecta su sombra, tenue, hacia el interior del cuarto.
Varios segundos pasan hasta que llegan las palabras. Una pequeña eternidad.


Padre
(mirando al cono oscurecido)
– A comer, hijo.


Apagón.

Momentos fuertes.

Cuando tropezó fuera de mi boca por primera vez; está muerto. No recuerdo la situación, pero sé que pasó, porque siguió pasando. Forzado a decidir que mi viejo había muerto, para dar cuenta de lo que efectivamente estaba ahí; su ausencia.

Otro, igualmente liberador; poner por primera vez en palabras mi deseo y mi identidad, una nueva manera de posicionarme frente al mundo.

Al escuchar años después a Marlene Wayar decir que tenía un cementerio en su cabeza, no pude impedirme imaginar un cadalso en la mía. ¿De qué modo no empatizar?

Ambas realidades vinieron, vienen; de la mano de múltiples formas discursivas, vinculares, políticas, represivas, aleccionadoras. Presunción de fallecimiento, puto, terroristas, maricón, dos demonios, no camines así, curro de los derechos humanos…

La lista es extensa y la imaginación de los opresores, inagotable.

Como propuesta vivencial, la violencia es, ante todo, un llamado a estarse quieto, a callar; a aceptar, sumisos, una situación tal cual es.

La persecución de la dictadura fue amplia; rompió mucho trabajo de instalación de discusiones políticas en la sociedad. Luchas por mejores condiciones de trabajo, una distribución más equitativa de la riqueza, la legalización del aborto, el feminismo, el trato igualitario a homosexuales y lesbianas, recibieron un duro revés y fueron reconstruyéndose lentamente durante los años siguientes, a sus tiempos y fuerzas.

En mi primera marcha del orgullo en Capital, una mariquita gritaba como sirena de ambulancia, mientras unas travas protestaban porque no aparecían en el cartel del frente de la columna. Me había enterado por alguna revista donde convivían pornografía, historia y política, que leía a escondidas.

En esas revistas también leí de las cerca de 400 denuncias en la CONADEP donde se aclaraba la orientación sexual –disidente– de le desaparecide; o que se habrían hallado listas de detenidos en las que, al costado de algunos nombres, se señalaba si era “homosexual”.

Sañas específicas. El artículo 71 del Código de Convivencia de la ciudad de Buenos Aires durante la dictadura, sancionaba “la alteración de la tranquilidad pública”. Buscaba literalmente “espantar a los homosexuales de las calles para que no perturben a la gente decente”. Años después, el hostigamiento siguió con las razias y con métodos de criminalización adaptados a cada época.
Siempre me llamó la atención que en la recuperación de la memoria de esos años no se les nombrara; no se reclamara por, ni se les reivindicara en su militancia gay, lesbiana, travesti.

Parte de la recuperación de nuestros viejos que hicimos en HIJOS fue narrarlos en vida, en sus contextos, su militancia, sus vínculos, en sus proyectos históricos.

En asambleas eternas donde discutimos políticas, posicionamientos, acciones; surgió numerosas veces la necesidad de visibilizar estas sañas específicas.

No era el momento…


Sigue Perlongher:

¿Se entiende?

¿Estaba claro?

¿No era un poco demás para la época?

¿Las uñas azuladas?

Hay Cadáveres.


Sigo yo:

Alguna vez imaginé una madre haciendo la ronda con un pañuelo rosa bordado, con plumas, o con un 30400; con el 400 rainbow, que es medio kitsch, pero hubiera tenido todo que ver.

A más de 27 años de su creación, traigo esta cuestión, a la vez personal y política, a los espacios de circulación de la palabra del colectivo HIJOS, para visibilizar la violencia a que fueron expuestes les militantes del FLH y los colectivos que continúan las luchas género disidentes.

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