
Descubrir el pasado en el presente
Paula Salas Triana
San Martín de Los Andes, camino a Hua Hum, curva y contracurva, vamos y venimos, buscando, con esos paisajes que te llegan a ese lugar tan profundo como el mar. No fue allí donde comenzó todo, claramente que no, pero fue muy intenso lo que me pasó en ese lugar, en ese momento, en mi interior. Seguramente aquellos años que venía transitando, muy duros, me conectaban con algo que quería ser, pero todavía no era. Siempre fui hija. Esa palabra me hace ser HIJOS. Necesitaba encontrar respuestas que me llenaran el alma, y pensé en buscarlas entre montañas, lagos y ríos increíbles. Nunca pensé que esos ríos, estaban entre mis venas, como las venas abiertas de Galeano, las mías estaban por fluir. El destino me trajo de vuelta a La Plata, aquella ciudad de la que nos fuimos huyendo, y digo nos, porque me fui siendo cuatro y volví siendo tres. Nos desconectamos para siempre con el que hasta ese momento era mi mundo, mi todo y mis hijes pasaron a ser mi universo, elles y yo. Una hermosa familia de tres. Para ese entonces no tenía muchas respuestas, ni sabía dónde buscar. Entonces, al llegar nuevamente a La Plata, me instalé en City Bell, muy cerca de donde había vivido mi papá con su familia en los años 73´, 74´; también supe –algunos años después– que papá estaba en el área de sanidad de montoneros de esta zona. Porque poco sabía de la historia de mis viejos, casi nada debo decir. Conocía los datos más significativos, pero nada más. Y había algo dentro de mí que me impulsaba a buscar, a reencontrarme con elles de otra manera. Necesitaba descubrirlos como militantes, como compañeros, como lo que realmente habían sido.
Ni bien llegué comenzaron momentos y situaciones muy intensas relacionadas con mi historia, ya no podía hacer que nada pasaba, ya estaban las cartas sobre la mesa, nada me impedía retroceder, pero los acontecimientos que luego fueron sucediendo me llevaron hasta este presente. Corría el año 2014 y varios mensajes privados de Facebook que jamás había mirado me llamaron la atención. Una mujer que no conocía me habló de mi papá, de un homenaje y de cosas que no comprendía. Así resultó que nos encontramos, después de varias llamadas, un viernes a la noche. Ahí fuimos mis tías Claudia y Gabriela las hermanas de mi papá, Diego y mi hermano Facundo. Según lo que después nos contaron, parecían nuestras guardaespaldas. Llegamos a una casa que se entraba pasando un pasillo largo. Era la primera vez que veíamos a esta gente, no sabíamos qué iba a pasar ni cómo cambiaría todo a partir de ese momento. Nos atendió una tal Susana, para ese entonces solo sabíamos eso. En la cocina había varias personas muy emocionadas de vernos que nos abrazaban y agradecían por estar. A mí me recordó un poco aquel acto en el Liceo Víctor Mercante (escuela a la que asistió mi mamá), en el que, cuando subimos al escenario para recibir una medalla, me miraban todos y me abrazaban, recuerdo que, en ese momento, en el que yo tenía tan solo 19 años, era idéntica a mi mamá y un hombre se acercó, me miró y me pidió permiso para abrazarme, y muy emocionado me dijo que había sido compañero de mi vieja y que yo era el calco, que era muy fuerte para él. En ese momento me enojé, era mi mamá, mi historia, pero años más tarde –muchos años más tarde– entendí que también era su historia, que tenía que ver con las desapariciones de los vínculos, que habían roto con todo, incluso con eso.
Nos sentamos en un sillón en el living de la casa, mi hermano y yo en el medio y a cada lado nuestro se sentaron nuestras tías, las custodias de los sobrinos. Ahí nos fueron contando del homenaje que querían hacer sobre seis desaparecidos de un grupo de una parroquia. Fueron siete los desaparecidos homenajeados, pero para ese momento solo sabían de seis. También se fueron presentando y nos fueron preguntando de nuestra historia, de nuestras vidas, etc. Nosotros, para ese momento, no teníamos ni un dato sobre lo que había pasado con nuestros viejos. Siempre contamos la misma historia, durante 38 años, y nada. No teníamos ni una pista de por dónde habían pasado, qué había sido de sus últimos días. Debo decir que es muy angustiante no conocer el destino de tu ser querido, completar el gran rompecabezas que nos dejaron para llenar solos. Pero a partir de ese living ya nada fue igual, no me quise escuchar más relatando la pobre información que durante años contamos. Y una cosa llevó a la otra, un dato, un comenzar a andar, hizo que ya nunca pudiera parar. Durante años no había caminado mis propias batallas, solo había acompañado. Ahora, con un destino muy diferente, quise encontrar en mi interior respuestas para poder transitar esa nueva etapa. Caminos paralelos estaban llevando a la deconstrucción de muchos sentidos, entre contradicciones existenciales de muchas de mis estructuras de base que se habían movido. Destinos, biología, identidades no sé si es todo eso junto o si es la necesidad inmensa de ser otra persona y encontrarme con lo que realmente debí haber sido siempre. Y acompañada de decisiones muy importantes en mi vida, de comenzar una lucha criando a dos bellísimos seres que me motivan cada día a encontrar el camino en el que me sienta más cómoda para vivir, para dejarles el mejor de los regalos. La verdad.
Cuando se empezaron a unir las piezas del rompecabezas, cuando volvieron a volar los pájaros, cuando los dibujos se hacían mejores que los ojos escondidos, prohibidos, de los pájaros, de los cuentos de Galeano, empezaron a completarse, cuando las miradas se fueron uniendo, cuando los pasos se acompañaron de abrazos, de encuentros de café y cervezas, de charlas y calma en el interior. Así fue que llegué hasta Leonardo Fossati, nieto restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo en el año 2015, y los caminos se fueron encontrando, y él ya estaba delante de un proyecto que años más tarde tuvo un final que jamás hubiera imaginado que se podía dar. Ahí estaba yo con un montón de sobrevivientes de la ex comisaría 5ta de La Plata, familiares y mucha gente que hasta ese momento trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, corría el año 2015, a casi un año del homenaje que habían hecho en la parroquia de “Las Victorias” de La Plata, parroquia que vio nacer el amor de mis padres, donde se casaron, donde comenzaron su militancia entre lecturas de la liberación, guitarreadas y el grupo de scout. La reunión se llevó a cabo en el anexo de la cámara de diputados de La Plata en la calle 53, ahí nos contaron cómo estaba la situación del espacio para la memoria, que todavía no se había desafectado totalmente, que funcionaba la comisaría en la parte de adelante, y que se quería lograr que se firmara para la desafectación total. Se había pedido en el juicio Circuito Camps, que se llevó adelante en el Tribunal Oral Federal (TOF) No 1 de La Plata, presidido por el Dr. Carlos Rozansky y constituido por los jueces marplatenses Dr. Mario Portela y Dr. Roberto Falcone. El mismo había comenzado el 12 de septiembre de 2011 y el 19 de diciembre de 2012 se había dado lectura a la sentencia. En el transcurso del juicio se habían abordado los hechos en seis CCD de los 29 totales que conformaban el circuito: la Brigada de Investigaciones de La Plata (BILP), la Brigada de Investigaciones de San Justo (BISJ), la Comisaría 5ta de La Plata, el Destacamento de Arana, la Subcomisaría de Don Bosco «Puesto Vasco» en Quilmes y el Comando de Operaciones Tácticas 1 (COT1) en Martínez. Tan importante ese juicio –recuerdo– que a una de mis tías la habían llamado para ver si quería declarar, finalmente no lo hizo, pero no la habían citado por su hermano, si no por el lugar donde ella trabajaba durante la dictadura.
¡Cómo son los hechos en la vida! ¡Tantas conexiones que enseguida no podemos entender pero que luego vemos con claridad!
Pasaron muchas cosas desde esa reunión en el anexo, mucha militancia transitada por mis zapatos y, con los míos, por los de mis hijes. Nos fuimos acompañando en diferentes luchas, el neoliberalismo nos sacó a las calles, nos motivó a que tomemos las batallas nuevamente, nuestras luchas tan fuertes de Memoria Verdad y Justicia. Y las volvimos a gritar fuerte. Es necesaria la memoria, poder mantenerla, tan esencial para que los pueblos entiendan y realmente exista el nunca más.