Socializar la hermandad
María Teresa Andruetto
Córdoba, 2021
Contar es escuchar, dice Úrsula K le Guin. Conmovedor y necesario el ejercicio de contar (se) y de escuchar (se) en estos relatos, pronunciar algunas palabras que, en el léxico del corazón, son resilientes y están en continuo proceso de transformación. Unos hijos de militantes llenos de futuro, hablan de unos padres retenidos en la memoria en la edad de ser hijos de sus hijos. Aunque los relatos de unos y otros son tan distintos, funcionan como una unidad, se complementan, profundizan el amor y la admiración, pero también las diferencias, el enojo, la vida que no fue y al mismo tiempo el sentido de existencia que nació de esas existencias tronchadas. Es tan difícil captar una vida… por eso hay también cuestiones que aparecen a la luz de los sucesos y las luchas de estos últimos años, como la autonomía de las mujeres, la violencia de género, las disidencias sexuales y la militancia LGTB. Se empoderó, quiero verlo así. Se separó, se consiguió dos laburos, se alquiló un departamento en el centro. Terminó la secundaria a la noche, dice alguien, se quedó a nuestro lado hasta último momento esquivando ráfagas de balas, dice otro, si solo tengo su apellido y su nacionalidad, si apenas conservo un par de fotos en blanco y negro, ¿puedo defenderla?, se pregunta una tercera. Se trata de relámpagos, acercamientos a ese agujero negro que es el dolor personal como metáfora del horror sucedido en nuestro país. Porque es imposible edificar algo sobre el barro de la mentira, ellos cuentan, convencidos de que la vida brilla inclusive en la más profunda oscuridad, y que la verdad y la justicia prevalecerán a la mentira y al ocultamiento. El hilo conductor que atraviesa a quien se asoma a la lectura de estos relatos es la percepción del camino en el que esos hijos devinieron -por convicción, ideología, trabajo individual y trabajo colectivo- en H.I.J.O.S. A partir de una realidad tan dolorosa -ya socializada la hermandad- algunos de quienes gestaron esta organización de lucha que lleva décadas, se detienen, por un momento, en el camino, para narrar alguna ráfaga de sus historias personales, emociones que los atraviesan, exploraciones o descubrimientos acerca de sus padres y de las circunstancias históricas que rodearon sus muertes. Se trata de confesiones que nos recuerdan la apropiación, el asesinato, la negación de identidad, para traernos sus vidas y sus militancias, transformar el dolor en orgullo y desobediencia y hablarnos de una lucha colectiva luminosa. Somos herencia. Resistencia. Perseverancia, dice uno de ellos, Cualquier chispa hubiera encendido ese fuego que traíamos, dice otro. Ese es el corazón de este libro, un corazón que vive.