
Treinta y tres
Sofía Arroyo
De reojo releo la nota del diario para confirmar tu presencia y ahí estás:
“Fueron recuperados los restos de JUAN CARLOS (Negro) ARROYO, hallados en condición de NN en una fosa común en el cementerio de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. El reconocido luchador social y político fue secuestrado el 28 de octubre de 1976, detenido en un Centro Clandestino de Detención y asesinado en febrero de 1977 por la última Dictadura Militar.
Después de 33 años de permanecer en condición de Desaparecido vuelve a su lugar de origen para ser velado en el sindicato de ATE –Asociación de Trabajadores del Estado- filial Jujuy, e inhumado el día de la fecha en el cementerio de Palpalá. La tarea de identificación estuvo a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), la restitución a sus familiares (…)”.
“El Tribuno” 9 de agosto de 2009
Entre la multitud se escurren las figuras, los sonidos se desvanecen porque estoy pensándote; me resulta increíble tenerte cerca. Miro tu retrato escoltado por una foto del Che sonriendo y de Evita Perón arrojándote un beso; detalles pulcramente seleccionados para hablar de tu propia historia. Detrás estás vos en un cofre, hallazgo inesperado después de treinta y tres años sin saber de tu destino.
Me alisto en el enredo sin salida del tiempo buscando no sé qué y desde algún rincón llegan las vivencias compartidas. Tu voz siempre estuvo presente, será porque escuché tus discursos en viejas cintas de cassette. Me llega tu sonrisa, los juegos que jugábamos y un dolor tan grande que no lo puedo describir cada vez que reconstruimos tu caída y los últimos meses de vida en un centro clandestino de exterminio. ¿Quién hubiera dicho que volverías a Jujuy?
Y aquí me encuentro, junto a tus afectos y una multitud de gente que vino para evocarte entre lágrimas y sonrisas, haciendo esta suerte de funeral, homenaje y velorio. En las paredes del local se exhiben, papá, los otros treinta y tres años de tu vida plena.
Estamos cargando tu urna, como quien te acuna te llevamos en una marcha que encabeza tu retrato y una multitud grita tu nombre; desde el subsuelo de la historia exhibís con orgullo la piel morena y los sueños intactos.
Contales que la muerte es un instante, que la vida se recrea.
Revelales tu secreto, deciles que desde el fondo de los tiempos con los pobres, los hambrientos de justicia, los rebeldes, junto a todos y todas andas macerando un destino común.